…Oye Salomé, perdónala jamás las
perdones…
El Gran Combo de Puerto Rico, Falsaria (Los
arreglos son míos, aunque al momento de escribir esto escucho a Paco de Lucia…
con tanta castañuela me dan ganas de cabalgar).
Nunca me había molestado tanto aquella posición de entrecruzar las
piernas hasta que Roxana me lo preguntó. Ya era la tercera vez que lo hacía en
menos de veinte minutos, y, teniendo en cuenta que soy bastante calmado, eso
era mucho decir.
Me perdonarán que
empiece con una imagen tan puritana, pero sólo llevo dos copas de vino Sansón y
éste es mi primer texto en verdadera y primera persona. Les prometo que más
adelante seré explícito. También me parece justo y necesario empezar con algo
que refleje mi impaciencia, esa que tan pocas veces tengo y que… me perdonarán
de nuevo, pero prefiero ir de una vez al grano para no perder tiempo.
Una chica me miraba de
manera extraña, con una gran carga de odio sin fundamento en medio de mi larga
espera. Ah, perdón, era Roxana, y estábamos en la oficina de Quirón, pero ya
entenderán ustedes que uno y lo de uno no está acostumbrado a malas miradas, y
siempre que pregunto si Roxana me mira mal la respuesta es unánime: “ella no te
mira feo, es que ella mira así”. Después de esa impresionante descripción
psicológica de Roxana, prosigo con una detallada descripción de la oficina en
la que nos encontrábamos aquel día: [1].
I
(Pensando en Magnolia)
No sé si era mi impresión, pero a lo lejos las voces de las señoritas
que pasaban por el pasillo se escuchaban igual que la de Magnolia, una de
nuestras contertulias[2]. Roxana me dijo que en realidad ninguna
se parecía, pero ignoré su comentario y le dije que mejor se callara.
– ¿Por qué, porque
cuando callo parezco como ausente? – Preguntó ella mientras hacía malabares con
dos monos y una motosierra. (Los monos en realidad hacían malabares sin la
ayuda de Roxana, y la motosierra la debemos eliminar del relato porque al lado
habían algunos politólogos, y no se sabía si eran o no simpatizantes del Centro
Democrático[3].
De todos modos espero haberlos hecho leer esto, al menos, dos veces).
–No, sino que cuando
hablas te ignoro; entonces pareces como ausente.
Volvimos a caer en un
silencio lleno de miradas al reloj. De Carola me lo esperaba –y no por mal–,
pero de Magnolia me parecía extraño, ¡ella y sus ciento cincuenta y cinco
centímetros de finura cómica jamás se atreverían! En esos momentos me sentí
eufórico y llamé a mis papás para decirles que los quería mucho y que ya
entendía POR QUÉ CARAJOS UNO DEBÍA DARLES EL NÚMERO DE TELÉFONO Y RESPONDER A
SUS LLAMADAS.
II
(Pensando en mil maneras de matar a Carola, nuestra
otra contertulia)
Me sorprendía ver la paciencia con la que Roxana manejaba la situación:
estaba dormida. Yo, mientras tanto, pensaba que por lo menos Carola aparecería.
Ella llegaría con esa dulzura imposible de fingir y me saludaría de tal forma
que a mí se me olvidaría la larga espera que había sufrido; después sus
cabellos cobrizos flotarían en el viento cuando la lanzara por la ventana de la
oficina y parara en el capote del carro del decano. La verdad es que no
quisiera asesinar a una mujer, pero eso no implica que no tenga cierta
curiosidad por la necrofilia; cada quien ama a su modo.
Decidimos que era hora
de irnos y darnos al dolor de haber sido vilmente plantados, después de la
larga negociación entre nosotros tres: yo, conmigo mismo, y con las respuestas
que daría Roxana.
EPÍLOGO
La conclusión es que “esa tal tertulia… no existió”. Y sí, ya sé; no les
conté gran cosa, pero es que les quería hacer perder también el tiempo. Después
de esos interminables treinta minutos de nuestras vidas malgastados en esperar,
nos fuimos de la oficina decididos a hacer una historia que jamás se pudiese
contar… y sí, adivinaron: en efecto gritamos el nombre de Gabriela y nos escondimos
en las escaleras para que ella no nos viera[4]. Espero que esto de dejarme plantado no
se vuelva a repetir, por lo que compré dos teléfonos: ya no tienen excusas.
Cortázar y su "Continuidad de los parques" deberá esperar.
[1] Nota del editor: el autor prefiere dejar este espacio en blanco,
como la oficina de la Revista Quirón.
[2] Nota del autor: ojalá también todas ellas tuvieran los tobillos
que tiene Magnolia. Pero tranquilos, no tengo ningún fetiche con esa parte del
cuerpo en particular… a menos que se encuentren al lado de las orejas; ahí el
punto ya es negociable.
[3] Nota del editor: Paco, uno de los monos, fue dado de baja por
pertenecer presuntamente a las FARC-EP días después de haberse publicado este
artículo. Lamentamos su muerte y desmentimos cualquier vínculo político con él.