Judas Pavlov de Rodas Vila apareció en la tertulia y
no supimos cuándo, acaso porque este personaje es de los que prefieren, como
Groucho Marx, permanecer callados y parecer idiotas que hablar y despejar las
dudas. Llegó a nosotros como contertulio itinerante, como forastero que va de
paso. Juramos que la tertulia, la tertulia fija, jamás sobrepasaría las tres
personas, pero las coincidencias que nos acercaron a Judas nos demostraron (y
lo aceptamos con alegría) que la tertulia se desbordó hasta adquirir los rasgos
contradictorios y propios de cualquier aspecto de la vida.
Sin
saberlo, Judas ya tenía los méritos necesarios para ser otro integrante de
planta de esta tertulia: maestro en el arte de procrastinar; ha participado de
mis talleres de Foto pretenciosa en blanco y negro (los cuales dicto en
cafetines literarios), con muy buenos resultados; doctor honoris causa en escritura
de ideas inconclusas; lector sin casco que se deja volar la tapa de los sesos
de cualquier bala, siempre y cuando sea calibre cincuenta. Judas coquetea menos
con la prosa que con los versos, y en ambos sitios demuestra fuerza bruta.
Tiene sus intereses tan dispersos que ni él mismo sabe a qué musa le reza: si a
Euterpe (porque es músico); si a Clío (porque estudia historia); si a Erato
(por la poesía). La única seguridad que tenemos él y nosotros es que no le reza
a Talía por esquivar, casi a muerte, el baile.
Como
dije antes, no recuerdo cuándo llegó Judas, pero sí podemos tener la seguridad
que ya no puede ser sin la tertulia. Sin más, no quisiera develar más al nuevo
integrante, y esperamos que termine de dibujarse a sí mismo por medio de sus
contribuciones.