sábado, 28 de enero de 2017

El que ya era sin saberlo


Judas Pavlov de Rodas Vila apareció en la tertulia y no supimos cuándo, acaso porque este personaje es de los que prefieren, como Groucho Marx, permanecer callados y parecer idiotas que hablar y despejar las dudas. Llegó a nosotros como contertulio itinerante, como forastero que va de paso. Juramos que la tertulia, la tertulia fija, jamás sobrepasaría las tres personas, pero las coincidencias que nos acercaron a Judas nos demostraron (y lo aceptamos con alegría) que la tertulia se desbordó hasta adquirir los rasgos contradictorios y propios de cualquier aspecto de la vida.
            Sin saberlo, Judas ya tenía los méritos necesarios para ser otro integrante de planta de esta tertulia: maestro en el arte de procrastinar; ha participado de mis talleres de Foto pretenciosa en blanco y negro (los cuales dicto en cafetines literarios), con muy buenos resultados; doctor honoris causa en escritura de ideas inconclusas; lector sin casco que se deja volar la tapa de los sesos de cualquier bala, siempre y cuando sea calibre cincuenta. Judas coquetea menos con la prosa que con los versos, y en ambos sitios demuestra fuerza bruta. Tiene sus intereses tan dispersos que ni él mismo sabe a qué musa le reza: si a Euterpe (porque es músico); si a Clío (porque estudia historia); si a Erato (por la poesía). La única seguridad que tenemos él y nosotros es que no le reza a Talía por esquivar, casi a muerte, el baile.
            Como dije antes, no recuerdo cuándo llegó Judas, pero sí podemos tener la seguridad que ya no puede ser sin la tertulia. Sin más, no quisiera develar más al nuevo integrante, y esperamos que termine de dibujarse a sí mismo por medio de sus contribuciones.