lunes, 6 de febrero de 2017

Premios de consolación

Introducción por Magnolia Rivera

La tertulia tiene caras, tonos y ánimos que se encuentran en la literatura y se desencuentran en la realidad de sus señores, entre los fondos de latas de cerveza o los cafés sin azúcar. Esta vez coinciden las visiones de Maleno descritas por Judas Pavlov, narrando así acontecimientos propios del primero, sea de su cotidiano o imaginación, pero en palabras del segundo. El resultado, versos que contienen algo de la esencia de dos cercanos, que si bien distintos para hacer de las suyas con las letras, se vierten juntos en el ejercicio lírico.
Decidimos dejarle las apreciaciones rigurosas a los lectores: por ahora nosotros nos destinamos a seguir descubriendo qué resulta de tanto experimento.



PREMIOS DE CONSOLACIÓN*


No eran metáforas las de esta guitarra
Las lámparas que arriba pendían: Nada de Coney Island
Bellezas transeúntes y ajenas
Una tarde muerta y grisácea, callada
No es mía esta espera y aun así la conservo
Tu no llegar: Mi única certeza

Acordate de esa noche de premios de consolación
La rojiza cobertura del teatro lleno de caras sin nombre
Y mi ropa: Un disfraz de otro tiempo.
Tu florecido vestido trayéndome de golpe al presente
Tantas canciones impropias y escudos de armas viejos
Tú tras el telón, con algo mío en ti
Y yo en otro teatro, sin nada tuyo conmigo

El yo que te quería hasta el fin de los tiempos,
Está ya lejano en otros espacios
Si acaso llegas, no llegues con quien yo era
Sino con quien creo que soy.


*Pensado por Magdaleno Ríos, escrito por Judas Pavlov de Rodas

viernes, 3 de febrero de 2017

Ni estrado ni purgatorio

Introducción por Judas Pavlov

Algún jueves del segundo semestre de 2016, estaba con Maleno en la Universidad de Antioquia por algún tipo de azar, buscando a alguien o evitando alguna responsabilidad.
Se había hecho habitual, inicialmente los jueves y luego siempre que podíamos, incurrir en la escritura de algún “proyecto” que tuviera comenzado cada uno o que surgía repentinamente. Esto nunca resultaba armoniosamente dada la abismal diferencia de nuestro proceso creativo. A Maleno  le bastaba tener papel y lápiz para desatar toda esa prosaica verborrea en un par de minutos. A veces con talento y a veces no tanto. Mientras que a mi… basta con decir que llevo varios meses escribiendo esta introducción.
Maleno, por querer escribir algo corto, y yo, casi desesperado por escribir alguna cosa, terminamos propiciando el nacimiento de un par de personajes unidos por el azar en un inconveniente que había tenido la ciudad días antes, cuyas vicisitudes son retratadas por la voz de estos dos testigos.



NI ESTRADO NI PURGATORIO*

      –Maldita sea, ¿ya qué pasó? A este ritmo no llego a misa de siete. Aunque ya para qué.
            –¡Qué más se puede esperar! Los buitres que administran este metro son de poco confiar. Pagan bien, pero de poco confiar. Ojalá no vuelva a pasar lo del apagón del 98.
            –¿Sabe qué? Justo en estos momentos le diría que es el día del juicio final, pero tranquilo, que ni apocalipsis ni diluvio universal. Ya abrieron las puertas. A caminar, doctor; y apurémonos a ver si todavía alcanzamos el reguero de cristiano suicidado, porque, de seguro, eso fue lo que pasó.
            –¡Qué va! Seguro que se jodieron otra vez comprando generadores chinos. Ésta se le va a ir honda a don Carvajal. Y pues es mejor así; yo caminaría todos los días por las vías del metro, para no meterme en un vagón atestado de oficinistas. Además aprovecho para llegar tarde a la firma.
            –Venga, venga, mire ese infierno de gente allá abajo. No se apresure, tranquilo. Aprecie la calle. Esto como que me inspira, ¿sabe? Hasta me siento con ánimos de confesar. Doctor, ¿usted es creyente? Aprovécheme, cuénteme todo esos pecados que debe tener.
            –¿Si ve esa multitud,esos semáforos doblegados, esos vidrios de banco quebrados? Esos policías asustados. Este es el tipo de cosas que me apasiona ver: Una masa de cuerpos sudorosos, sin educación, con hambre y propensa a la violencia. No me mire así, no estoy tan loco.  Creo que es allí donde está la chispa para cambiarlo todo. Sí, ya sé lo que piensa, un abogado anarquista, eso soy, ese es mi pecado y no me avergüenza. 
–¡Así se habla, carajo! Se nota que debajo de ese ajuar de tinterillo de la Alpujarra se esconde todo un mamerto de primera.
            –Gracias, curita. Vea, ya vienen a pastorearnos estos funcionarios con medio bachillerato e ínfulas de gerente. Quisiera preguntarles por qué nos van a mover de acá, pero me van a decir lo mismo de siempre: <<son órdenes, caballero, colaboreme.La ley es la ley>>. Ni sabrán qué es eso.
            –No entiendo por dónde quieren que nos subamos a la plataforma. Mire esa fila para las escaleras. A ver, démonosla de alpinistas. Doctor, ayude a este pobre siervo renegado que ya ni de Dios seré. ¡Ahg! Eso… Ahora venga yo le doy la mano… con maña, hombre, que me vuelve a tirar a los rieles.
            –¿Y ahora?
            –Por allá escucho decir que esperemos.
            –Pues esperemos, y los litigios que ni me esperen hoy en la casa. Oiga, Monseñor…
            –…Vea usted en los altos ministerios que me pone. Entonces déjeme que le diga magistrado.
            –Pues ya entrados en gastos… pero ya enserio, yo no veo ni vísceras desparramadas ni sangre dispersa. Lo que siempre digo: si uno quiere ver cercenamientos jurídicos o corporales, tiene que vérselas con la clase dirigente de este país. ¿Sí escuchó lo que dijeron? Se supone que fue un fallo de la energía, pero sigo sin ver nada.
            –Esto me huele mal. ¿Un brandicito para la espera? No ponga cara de sorpresa. Ya lo dice el libro de Mateo, capítulo cuatro, versículo cuatro…
            –Sí, “no sólo de pan vive el hombre”, y no sólo de vino de consagrar viven los curas.
            –Amén.
            –Salud.
            –Oiga, ¿por qué será que toda la gente se está apelotonando en los miraderos? No dejan ver. Magistrado, ¿usted alcanza a ver algo?
            –Ja, ja, ja. Veo que esto se puso bueno. Ni apagón ni suicidio ni apocalipsis, y es probable que pregunten si hay un abogado en el recinto. ¿Pero qué hace? ¡Agáchese, Monseñor!
            –¡Ave María purísima sin pecado concebido! Y estos de qué lado serán…
            –¡Chist! Hable bajito. Y si preguntan, dígales que usted es otro cura guerrillero.
            –¿Entonces? ¿Se toma el último trago de la vida?
            –Amén.
            –Salud.
           

*Cuento escrito en clave de cadáver exquisito, entre Judas Pavlov de Rodas y Magdaleno Ríos (tal vez la calidad del texto exija otra categoría más justa: cadáver putrefacto)